Este texto que os muestro, es una minicrónica de una pescata
de tantas.
Me hace ilusión leerlas al cabo del tiempo, y dejar
constancia de algunas de ellas en particular. Este texto lo publiqué en ,
http://tarano.mfforos.com/, hace tiempo,
pero ahora que me he decidido por hacer un blog, pues quiero que conste.
Voy a
relataros como fue la pesca de la dorada más grande pescada por este que ahora
escribe.
Este
final del verano ha sido un poco especial para mi, el sueño era ese Doradón que
me quitaba de dormir, y que durante las vacaciones me ha vuelto medio loco.
La
noche era la ideal, la compañía perfecta, el coeficiente de 115, el mayor del
año, la fecha fue la del martes 27 de septiembre y el lugar, con todo el
respeto del mundo, no os lo voy a decir, aunque es fácil adivinarlo ya que
santanderino soy.
El
cebo, uno de los mejores para la playa, el cangrejillo, y una cantidad de
paciencia enorme, la que habitualmente tenemos los pescadores que como yo,
metemos horas y horas a este bello deporte.
La
charla era la habitual mientras esperamos esa tumbada de caña, a nosotros se
acercó un veterano pescador de Astillero que unos metros más adelante se
encontraba.
El
puntero de una de mis perlas (Shimano Aerocast) se movió por dos veces muy
discretamente, viento no había y las algas no se habían acercado a saludar, así
que no podía ser otra cosa que una picada. Me acerqué a ella con el deseo de
que una buena pieza quedara prendida de mi anzuelo, aunque por la picada de
poca cosa podía tratarse.
El
hilo no estaba tenso, así que casi cerré el freno casi del todo y tras recoger
unas vueltas, di un recio tirón que asegurara la pieza, tras unas vueltas y
coste en la recogida, ¡peso traigo les dije!, y les corte la charla a mis
compañeros de faena, los cuales al ver los dos fuertes tirones a los que se vió
sometida la caña, se sorprendieron y alertaron, eso es una dorada y de las
buenas, seguro.
Con
la bobina para atrás y para adelante y con el freno venga y dale, los tirones
se seguían sucediendo, casi no recogía metros, pero sí que tenía una muy buena
ayuda, las olas me facilitaron mucho la tarea. Al cabo de unos quince minutos entre vete
y ven apareció este bello ejemplar que me traspuso la cara.
Menos
mal que de labio venía cogida, sino difícil hubiera sido su captura, bastante
tiempo después de ser capturada, todavía seguía viva y aleteando, dando
muestras de su bravura y empaque.
Darle
las gracias a mi compañero de pesca, Raúl, sin él y sus ánimos, hubiera tardado
bastante más en derrotar a un ejemplar de este calibre, la gorda pesó bastante,
y sólo espero que Dios, me de salud y más paciencia para volver a capturar más
ejemplares como este.
Este
petardazo de texto para mi es haberlo vivido otra vez, y es una recompensa a
tantas noches de ceros, bocadillos, cafés y bellos paisajes.
SALUDUCOS A TODOS LOS PESCADORES DESDE CANTABRIA